flexionaba acerca de las perspectivas que tenía frente a sí. En ese entonces contrastaba lo que sabía hacer muy bien con las opciones que tenía para desarrollarse, qué iba a estudiar después, cuáles eran los alcances y las limitaciones....
moreflexionaba acerca de las perspectivas que tenía frente a sí. En ese entonces contrastaba lo que sabía hacer muy bien con las opciones que tenía para desarrollarse, qué iba a estudiar después, cuáles eran los alcances y las limitaciones. Por otra parte, ya la vemos también como la ejecutiva que es, organizando y haciendo cosas, asumiendo responsabilidades e identificando cómo actuar frente a situaciones difíciles, y sabía, desde entonces, que obediente a ciegas no es. La preparatoria cierra esa primera etapa de formación. De esa época rescata que fue una de amistades y paseos, de elegir una carrera, aunque no fue la que más tarde abrazaría. "En la prepa tenías que decidir qué carrera ibas a estudiar, lo cual era verdaderamente irresponsable. Estudié la preparatoria y cuando tenía que escoger carrera me fui a Leyes, porque eso era lo que me daba, según yo, más opciones". En esos años, su experiencia incluye observar el trato diferente para las alumnas mujeres, aunque no lo ubica como algo dirigido contra las mujeres por ser mujeres. El tema de la discriminación la rondaba ya en esos años, y más en los posteriores, pero todavía faltaba para que lo tomara como una causa. Empezó a estudiar Leyes y luego Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México, pero la oportunidad de vivir y trabajar en Europa le abrió un camino diferente. Ginebra fue una experiencia vital que marcaría a la embajadora en su desempeño posterior. Tanto por lo que aprendió acerca de la diplomacia como de la vida y la cultura en Europa. En primer lugar, la estancia en Ginebra apunta a reconocer a la embajadora como una mujer de objetivos y de logros: "Quería ir a Europa, era mi objetivo. En mi vida normal, en mi vida de familia, lo que yo siempre había querido hacer desde que iba a cumplir quince años era ir a Europa". La opción se da mediante la intervención de Octavio Paz que se desempeñaba en la SRE y sugirió el camino a seguir: Gracias a Octavio Paz fui a dar a Ginebra. Es que mi papá y Octavio Paz fueron amigos desde jóvenes, salían de la escuela y se iban caminando hasta su casa, hasta la Guerrero, donde vivían; eran muy amigos y de pronto, Octavio tenía un puesto donde podía hacer eso. Mi papá no era personaje importante en ese momento para nada. Además, Ginebra representaba una escuela de aprendizaje integral. Era el escenario ideal donde se llevaban a cabo negociaciones. La embajadora aprendió ahí gran parte del arsenal que la acompañaría en todas sus misiones: diplomacia, negociación, buen trato, cultura. También las enseñanzas de Pedro de Alba. Ella recuerda: "Me trataba muy bien y decía que yo no iba a ser toda la vida secretaria". Decía: "Tú vas a ser otra cosa, seguramente. No tienes que hacer eso, mejor te vas a las reuniones, mejor te vas a tal cosa". La historia tiene su lado simpático, pues, cuenta la embajadora: Era asesora de la delegación. Pero eso quería decir que acompañaría a la delegación, les enseñaba por dónde era la puerta, dónde eran los salones, por dónde entraran, por dónde salieran, porque tenía muchas puertas. Los llevaba porque yo conocía el Palais y todo eso muy bien, y las delegaciones que venían, pues ni idea, normal, si era la primera vez que llegaban, no sabían ni por dónde era la puerta y yo sí sabía. Acompañar a esas delegaciones a las diversas reuniones hizo que la embajadora asistiera sin proponérselo a "una universidad de primera". De secretaria de la legación, Carmen se convirtió en ayudante del presidente de la Asamblea del Consejo de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), Emilio Calderón Puig. Ya siendo embajador, a éste "le tocaba hacer todas las negociaciones, llegar a acuerdos con los estadounidenses, con los rusos, con los que fueran, y yo estaba ahí enfrente oyendo todo y viendo todo. Eso a mí me parecía verdaderamente fascinante". Luego se fue con Pedro de Alba a París. Nuevamente la encomienda fue: "Tú me haces favor de ir a aprender lo más que puedas". Y Carmen aprendió lo más que pudo. De regreso en México, ingresar al Servicio Exterior Mexicano (SEM) afianzó la carrera de Carmen por sus méritos personales, por sus conocimientos y destrezas. Aunque no todo fue fácil al principio. "Pasé el concurso, me saqué un buen lugar, y la tradición era que los tres primeros lugares podían escoger dónde querían trabajar, en qué área de la Cancillería. Como era una ingenua que creía todo eso, llegué y dije: 'Yo quiero entrar a Organismos Internacionales'". La respuesta fue que ahí no querían mujeres. Pero para Carmen eso no fue un obstáculo.