Global Compact on Education

El PEG plantea siete compromisos, que implican el corazón de la propuesta del Papa Francisco. El capítulo propuesto pretende proveer insumos histórico-teológicos para abordar, en particular, los siguientes desafíos: poner a la persona en el centro, escuchar a las nuevas generaciones y abrirse a la acogida.
La teología es una disciplina con vocación integradora, capaz de reflexionar, a partir de los datos de la fe, en aquellos elementos que sustentan el pensamiento y la acción humana y, sobre todo, eclesial. En este contexto, es necesario estar atentos a formas teológicas que sean eficaces para vehicular los valores que implican los desafíos del PEG: hay teologías más propicias para generar un nuevo humanismo, que promueva una formación integral que valore todas las dimensiones de lo humano. Estas teologías son las que, por su atención a la historia y al lenguaje, están más capacitadas para generar un paradigma de escucha y diálogo auténtico, ya que, solamente al ser capaces de mirar la fe y sus consecuencias a nivel de las ideas y la praxis con amplitud histórica, es posible abrirse y encontrarse con los otros.
El contexto disciplinar en el cual el presente capítulo indagará es, así, el histórico-teológico, mostrando cómo este puede iluminar a la educación que nace del PEG, la cual vive un momento clave en el que esta deberá redescubrir su propia vocación. Para que este gran desafío se realice, se requiere mayor atención a los contextos, acogiendo, entre otras cosas, la diversidad, de modo que la capacidad de inclusión de los procesos formativos sea un reflejo de una vocación integradora. Esta capacidad es la única con la fuerza para superar las fragmentaciones ideológicas, y constituye parte del código genético del cristianismo, el cual, desde un comienzo, supo navegar un mundo en cambio y que, a veces, le resultaba hostil, dando a luz a cristianos y cristianas resilientes, capaces de esparcir el mensaje de Cristo con éxito en contextos muy diferentes unos de otros.
Para mostrar cómo el cristianismo primitivo puede iluminar la tarea educativa, proveyéndole una inspiración que la anime, es interesante observar cómo el amplio éxito del cristianismo en los primeros siglos de su existencia, más allá de los motivos sobrenaturales, respondió a una identidad cristiana conformada de modo que, desde afuera, no se distinguía a un creyente “de las otras personas, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres” (Epístola a Diogneto 5), aunque la misma carta muestra cómo este modo de vida –común e indistinguible– estaba traspasado por una tensión, ya que quienes creen en Cristo “viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes”. Gracias a este estilo de identidad cristiana, “los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo” (Id., 6).
Este modelo de vida del siglo II, terrestre y sobrenatural a la vez, constituye una actitud esencial para generar un camino educativo que dé a luz una humanidad solidaria y acogedora. Esto permite descubrir que, para cumplir los compromisos del PEG se requiere una mentalidad abierta y que, ciertamente, tiene mucho que aprender del cristianismo primitivo. Particularmente, el capítulo mostrará y profundizará en dos actitudes o atenciones que son especialmente prolíficas para el diálogo en este contexto, y que constituyen, por así decirlo, un núcleo del pensamiento patrístico: la atención por la historia, en cuanto ámbito de realización del mensaje salvífico de Cristo y su comprensión, y la atención por el lenguaje, en cuanto vehículo de este mensaje. Ambas atenciones permiten una recepción y entrega del cristianismo abierta, consciente de sus posibilidades y límites y, en consecuencia, un modelo capaz de componer un nuevo humanismo, indispensable para renovar “la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión” (Francisco, Mensaje para el lanzamiento del PEG, 2019).

Con un messaggio pubblicato il 12 settembre del 2019, papa Francesco ha voluto rilanciare l’invito fatto nella "Laudato si’" a collaborare alla custodia della casa comune. Le provocazioni dell’enciclica venivano così riprese alla luce delle questioni educative. A questo scopo si programmava un evento mondiale che si sarebbe dovuto tenere in Roma il 14 maggio 2020. Ovviamente nessuno sospettava che – di lì a
qualche mese – un microscopico organismo sarebbe arrivato ad interrompere la nostra quotidianità imponendoci nuovi ritmi e nuove regole. Il cammino di riflessione e impegno lanciato dal papa è comunque proseguito, adattandosi alle nuove contingenze create dalla pandemia, anzi rivestendosi di un significato ulteriore proprio a ragione di questa.
Il testo vuole ragionare attorno a questa proposta di Francesco, mettendola in connessione con le suggestioni e gli inviti che il suo magistero ha offerto, in particolar modo nelle encicliche "Laudato si’" e "Fratelli tutti", cercando di cogliere il fil rouge che collega il PE ad alcuni temi centrali della proposta che – come pontefice – ha fatto alla Chiesa e all’umanità tutta in questi anni. In particolare sono due i punti che si cercherà di mettere in luce, uno ecclesiale e l’altro antropologico: la relazione tra la proposta del PE stesso e la logica della Chiesa in uscita; l’invito a costruire un umanesimo dell’aver cura.

«Non si dà sviluppo senza una nuova paideia dello sviluppo» (p. 103), esordisce mons. Pompili nella postfazione a questo agile testo, cogliendo in un'unica affermazione la diagnosi della condizione attuale e il processo da innescare per non subire le sfide delle crisi in atto. Il tema è senza dubbio quello di un'educazione, «antidoto alla cultura individualistica» (papa Francesco), che miri a dare strumenti e coordinate affinché ognuno sia messo in grado di scoprire, plasmare e rafforzare quella sempre dinamica unità interiore nella continua interazione con gli altri e il mondo circostante-artigianato della maturazione della persona, responsabile tanto della propria identità e dignità, quanto di quella dell'altro in un'ottica di libertà e bene comune da custodire e coltivare assieme.

Pope Francis has published an Apostolic Exhortation, Laudate Deum on the 4 th of October 2023, as a continuation of his 2015 encyclical, Laudato Si. Laudate Deum is comprehensive, practical study about the current ecological crisis and proposes ways and means to find urgent solutions to it. The Pope does not mince words in the document with those who deny Climate Change, saying that "the human origin of global warming is now beyond doubt".

Este capítulo cierra la discusión del libro sobre el aspecto comunitario del desarrollo con un análisis de la doctrina ecológica de
Francisco, que va más allá de la “ecología integral” que promovió en
la encíclica Laudato si’, y que incluye un proyecto concreto denominado “pacto educativo global”. Aunque la pandemia alteró esta iniciativa de alianza entre la familia, la escuela, la patria y el mundo, la
cultura y las culturas, la doctrina sigue siendo un llamado para que
toda la sociedad se involucre en un área tan importante como la formación integral de las nuevas generaciones. Esta educación inclusiva también aparece en la encíclica Fratelli tutti como una manifestación más de la “cultura del encuentro” para superar la “cultura
del descarte".

The Global Compact for the common home can be understood as proposing anew the "lex naturae," traceable to the "Noahite Alliance." This is the original pact, the most universal one, stipulated, not only with the whole of humankind, but also with every living being together with humankind. Humankind, "God's vicar in the work of creation," is tasked with renewing this alliance. "Home" is a relative concept: "the usefulness of the home is in its non being," namely in its being endowed with rooms, doors, and windows; wherefore nature is a home because it is a space available, not only for some thing but for for someone. Outwith the privileged perspective of a place of abode, the ecological question does not exist, given that evolution, on its own, is blind, and is indifferent to any result. Yet who are the dwellers in this home? In eschatological perspective, the created order is to become "the dwelling place of God with human beings." The feeling of emptiness that we perceive in a secularised world may be understood also as a need for God. Inhabiting (from the frequentative of the Latin habere, to have) the common home means, not only being there, but having-being, namely making a habit of it, using it, being accustomed to it. Yet, in order for it to be inhabited, and inhabited together, the common home that is the world must be managed with oikonomía, on three levels: the natural (ecology), the man-made (technology and the economy), the cultural and religious (ecumenism and dialogue). The emptiness that we find in the world points to a fulness, the absence to a presence; just as a footprint points to a tread (vestigium). In this manner, the finitude of the world itself is a "trace" of the "passing through" of the Creator. Searching for Wisdom (Sapientia) means retracing His vestigia, both by abduction and by imitation or following. The "invisible" traces of God in History and in Nature are revealed to Christian faith to be vestigia Trinitatis: As Bonaventure says, the metaphysician considers God as the originating principle, the exemplary centre, and the fulfilling end of all things; the believer contemplates Him as Father, Son, and Holy Spirit. If the vestigia are the void that in every thing refers to the fulness, then every thing is, not only in relationship to every other thing, but is, most of all, in relationship to the Creator, acknowledging Whom leads to thanksgiving.. Knowledge without acknowledgement and thanksgiving is Luciferian; it is to presume, to demand without waiting for an answer, it is taking for oneself the fruit of the tree of knowledge, rather than accepting the fruit of the tree of Life.